Ese viento salado
que desgarra tu
piel y que tu cuerpo siente
como el hogar lejano.
Ese viento te aleja,
te arrastra,
me arrebata tu marea
y la lleva
a otros mares que
ya no me pertenecen.
Y me quedo
con tu cuerpo atravesado
por la lluvia de alta mar,
cortado por la tormenta
y fulminado
por el crujir de las nubes.
¿Qué hacer entonces
sino desatar mi tormenta
y desparramarme por la orilla
con la lluvia del monsón?
Y diluirme en la arena
y ya no ser tuyo
ni de nadie,
sólo del aire
y del viento que nos llena los labios
con el sabor de la sal.
sábado, abril 05, 2008
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario